Tuesday 17 May 2011

Goodbye


Aun con el miedo que tenía, entré lentamente en la habitación, dejando atrás lo que antes había sido mi vida. No sabía si sabría quien soy, si aún me recordaba, pero no quería vivir en un mundo en el que él no estuviera.
Me dí cuenta de que estaba temblando, tenía toda la ropa empapada a causa del tiempo. Era casi cómico, igual que la primera vez que le ví, me estaba muriendo de frío. Aunque aquella vez fue diferente. Si hubiera sabido quien era en ese momento, las cosas no habrían acabado así. De haber hecho lo correcto ésa vez, quizá nada de esto hubiera pasado. ¿Sería eso mejor? Ahora todo iba a acabar. No podía hacer nada al respecto, solo decir adiós. Lo único que quería hacer era ver su mirada de nuevo. Oír su voz. Iba a ser doloroso, lo sabía, aunque necesario.

Cerré la puerta tras de mí. La luz era tenue, y la habitación parecía inhabitada. Se podía oír el ruido incesante de la lluvia a través de la ventana abierta al fondo de la habitación. Las gotas golpeando contra el suelo mientras iban formando numerosos charcos en la calle. Él estaba ahí de pie, junto a la ventana, mirando al cielo. Y entonces se dio cuenta de mi presencia. Me quedé paralizada. Intenté moverme pero mis pies no respondían, de hecho, era como si no los tuviera. Nadie habló. Se me quedó mirando, y aunque su expresión no cambió, me sentí más segura. Él seguía aquí. Se fue acercando, lentamente, hasta que llegó a donde yo me encontraba, justo bajo el marco de la puerta. Y entonces clavó sus ojos en los míos, casi atravesándome con ellos. Esos ojos de color gris claro que tanto había estado esperando. Permanecimos así durante un par de minutos, sin siquiera pestañear. Mi cuerpo seguía sin reaccionar. Estaba como en un sueño, incapaz de moverme libremente. Entonces se acercó un poco más, y acercó su mano a mis mejillas, como para comprobar si de verdad estaba ahí. Me estremecí. Sus dedos recorrieron mi cara hasta llegar a los labios, y entonces, cuidadosamente, sostuvo mi barbilla inclinando mi cabeza hacia la suya. Podía sentir mi corazón acelerándose. Él también lo notó y acercó su mano para poder sentirlo. Entonces soltó mi barbilla y me cogió la mano, acercándola a su pecho. Nuestros corazones latían al mismo tiempo, como si se tratara de dos relojes perfectamente sincronizados. 

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